Durante el encuentro, se revisaron aspectos relacionados con los choques culturales fuertes y cómo desde las oficinas y de los programas se puede trabajar para minimizar el impacto que tiene la movilidad con los estudiantes.

“La mayoría de los estudiantes lo que normalmente piden no es que les solucionemos los problemas, sino que tienen miedo o buscan un apoyo emocional, más que la solución de cosas, necesitan el acompañamiento porque sienten que están solos, no sienten la seguridad que normalmente tienen aquí donde están los papás, que son los que les resuelven sus inconvenientes, la universidad y las personas que trabajamos en estas áreas”, afirmó Paula Vélez, coordinadora de internacionalización de la Católica.

Así mismo, se entiende que es necesario que los estudiantes vivan estos procesos por sí mismos, para que aprendan y logren desarrollar esas habilidades que les permiten ser independientes, tomar decisiones y racionalizar sobre las consecuencias de sus actuaciones ya que los procesos de movilidad les ayuda a crecer en el ámbito personal y darse cuenta de las capacidades que tienen para resolver problemas.

Es importante que desde cada institución se explique a los estudiantes las dinámicas de otros países, por ello, se plantea la necesidad de desarrollar programas que permitan – académicamente y dentro de la malla curricular de cada universidad- aportar a los estudiantes el conocimiento de las distintas culturas.